Este Blog esta momentaneamente en transformación...y es inevitable que lo esté por que la fotografa está constantemente en movimiento...

miércoles, 8 de marzo de 2023

sábado, 4 de diciembre de 2010

Chopin




Una noche comencé a mirar mis fotos, aquellas que había tomado repetidamente todos los días durante un periodo de dos meses sin ninguna pretensión, sin ninguna intención. Solo se trataba de una tarea, como cuando estaba en la escuela, y debía hacer lo que me han pedido. Está acción me hizo darme cuenta que después de mucho tiempo había vuelto a tomar fotografías desde el simple hecho de apretar el botón de la cámara. Intentando borrar de mi cabeza la idea de elaborar la imagen una y otra vez antes de efectuar verdaderamente la acción, y comprender, lamentablemente, que era ese hecho (ese pensamiento) el que inevitablemente gastaba la imagen, más allá de que todavía no existiera verdaderamente.
Las mire, en detalle y rápidamente, había decidido eliminar las que no me gustaban, aquellas que consideraba feas, aquellas que no me generaban nada, y de repente me di cuenta de algo. Me costaba mucho desecharlas, hacía poco tiempo había vuelto a leer “La cama lucida” de Ronald Barthes, y entonces, mientras las miraba, e intentaba borrarlas de mi computadora y así también de mi memoria, empecé a ver que es lo que tenían que tanto me atraían y que me impedía descartarlas. Las fotos lograban algo que muy pocas cosas en mi vida lo hacen, ellas aquietaban todo a mi alrededor y me desnudaban completamente para que así yo solo pudiese escuchar la música que emitían al mirarlas, y no cualquier música…era música clásica. Canciones de Chopin, o tal vez Bethobem o Heitor Villalobos…
Tengo miles de fotografías de árboles en otoño y cada vez que miro las pocas hojas que sutilmente se aferran a las ramas para no caer al piso como lo han hecho inevitablemente las otras, o las sombras que ellos mismos proyectan, o tal vez el viento que corre y de repente se detiene para mirarlos, comienzo a escuchar esa música…
Para mí la música y las imágenes están conectadas, tal vez es eso lo que tanto me gusta de las dos. Una es inseparable de la otra, cada vez que veo una imagen que deseo que permanezca en el papel o al menos en mi cabeza (en mi memoria) instantáneamente escucho música que sale de ella.
Durante ese lapso de tiempo que me detengo a mirar esa imagen, el mundo permanece en silencio y yo me quedo quieta escuchando el preludio nº 4 de Heitor Villalobos o el nocturno nº2 de Chopin…